Monday, July 11, 2011

El placer de las pesadillas

Desperté tratando de recordar dos cosas: Uno, aquello que había visto en los últimos diez minutos no era real; y dos, qué era exactamente lo que había visto que había logrado despertarme con aquella sensación tan molesta. Aturdida, tomé la computadora, abrí un archivo nuevo y miré la página en blanco tan fijamente, que creí que quedaría ciega por ver tanta luz después de la oscuridad del sueño. En los últimos días he tenido tantas pesadillas, que comienzo a creer que ya es normal. Muertes de familiares y amigos, amores malogrados, fantasmas que me acechan por los rincones, personajes que se escapan de las historias... Pero creo que la peor de todas es no poder escribir más.

Me quedaba viendo la página en blanco en el monitor de la computadora, hasta que me ardían los ojos. Entonces, a ella le salía una gran boca de dónde comenzaban a brotar unos "Ja, ja, ja" interminables. Creo que esa es la peor pesadilla de cualquier persona que le guste escribir: Una página en blanco burlándose incesante y despiadadamente de ellos, sin que se pueda hacer algo al respecto.

En ese momento supe qué era lo que tenía que evitar, cuál era el enemigo a combatir. Me dije que debía combatir las páginas en blanco hasta que perdiese la razón, así escriba palabras sueltas, inconexas y sin sentido. ¿Qué importa? Escribir es un estado tan placentero, que a veces me hace compadecer a aquellos que lo desconocen. Supongo que ellos, los que no escriben, se estarán compadeciendo también por su parte de nosotros, los viciosos de las letras: gente que, según ellos, desperdicia la vida y el sueño sólo por narrar. Cada loco con su tema.

Así, en medio de una (¿placentera?) pesadilla, descubrí cuál es mi mayor enemigo: La página en blanco. Muerte a las burlonas páginas en blanco, y larga vida a la imaginación y sus historias.

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